lunes, 26 de diciembre de 2016

Top N: Ciudades de las que estoy enamorada


Me gusta viajar a casi cualquier lugar, pero las ciudades suelen ser mis favoritas y siempre les encuentro algo de especial. Platicaba con una amiga que acaba de estar en Roma y me contaba que si bien le gusta la Ciudad de México, nunca se enamoró de ella, en cambió con Roma cayó rendida. Eso me hizo pensar en las ciudades en las que he estado y que han hecho que me enamore de ellas.

1. Ciudad de México 



Es mi ciudad, es la Gotham de mi Batman, es Heimat, y cómo podría no amarla a pesar de todo lo caótica que es. Vaya, que estamos en una relación comprometida, pero abierta.

La ciudad lo tiene absolutamente todo, mencionen cualquier cosa y seguro está. ¿Un castillo y un bosque? Ahí está Chapultepec. ¿Un río? Xochimilco. ¿Pirámides? Hay, al menos, tres zonas dentro de la ciudad. ¿Palacios? Se le conoce como la ciudad de los palacios. ¿Pagodas? Que yo sepa hay como tres. Lo único que no hay son playas y desiertos, porque ya sería mucho.

Las posibilidades de la ciudad son infinitas y es todo un mundo. Un mundo surrealista, como bien dijo Dalí. Uno que abusa del uso de la ch.

Lo cierto es que para amar la ciudad hay que conocerla y ahí está el chiste, porque la ciudad no es siempre la más amigable, ni la más sencilla. El metro debería de considerarse una prueba de supervivencia estilo Los juegos del hambre y a veces pasar de una zona segura a una conflictiva puede tomar sólo un cruce de calles, por lo que es difícil darse cuenta.

Pero soy de la opinión de que vivir en la ciudad te prepara para cualquier otra ciudad del mundo y si uno ha sobrevivido a Tepito, a Hidalgo en 28 de octubre y a la Villa en 11 de diciembre puede enfrentarse a casi todo... menos a Ecatepec, obvio.


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Hace como 5 años fui y es mi segunda ciudad favorita.

Lo primero que pensé al ver el mapa de la línea del metro fue que era una ciudad pequeña y cuando me di cuenta que el principal medio de transporte no era el subte, sino el bus, fue todo muy extraño.

Le agarré mucho cariño a Buenos Aires, no sólo porque tenía amigas que vivían ahí, sino porque es una ciudad preciosa y la gente es realmente amable. Si te veían perdida te preguntaban a dónde ibas, a veces te saludaban y cuando decías que ibas de México siempre hablaban bien del país.

Recuerdo ir por Caminito y su calle llena de color y tango, perderme en Retiro y Recoleta, caminar por San Telmo y recorrer Puerto Madero. También está aquella vez en la que comimos un asado en El Tigre y cuando viajamos por el Río de la Plata.

Comer helado es algo completamente distinto allá. Aquí uno lo pide y se va caminando siempre con las prisas, allá el asunto es más serio y uno se debe sentar a comerlo. Otra cosa era el mate, que cuando estaba en Mar de Plata me invitaban en cada desayuno y rolaba por todos. Los alfajores se convirtieron en uno de mis dulces favoritos y la única pizza que me gusta en esta vida es la que comí en Buenos Aires, con fainá incluido. 

Pero lo que más recuerdo siempre, la imagen más clara de Buenos Aires son sus jacarandas y sin pensarlo dos veces iría a su encuentro cada noviembre.


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Yo quería ir a Rodas sólo porque una vez tuvo al Coloso de Rodas. No esperaba que fuera a ser el lugar que más me iba a gustar de Grecia.

Rodas no es tan popular como Santorini o Mykonos, pero es más bonita que cualquiera de las Cícladas y en eso apuesto lo que sea.

Es una bellísima ciudad amurallada, con una de las arquitecturas más interesantes que he visto. El malecón es  memorable, con sus edificios bizantinos, el par de esculturas que son tan características de la isla, el mar con sus miles de azules, la muralla y a lo lejos el Palacio del Gran maestre.

Recorrí Rodas a toda prisa, porque había poco tiempo. Comí muy bien y rodeé la ciudad caminando sobre la muralla. También me estaba muriendo, porque el calor siempre me mata y tiendo a deshidratarme absurdamente rápido.

Pero Rodas no se trató sólo de la ciudad amurallada, también tiene su propia Acrópolis y si uno va a Lindos se encuentra con una villa al pie de una Acrópolis fortificada.

Le gente en Rodas es muy amable, siempre preguntando qué te ha parecido la ciudad.


Es el segundo lugar que más me gustó de Grecia. Es el otro lugar que no esperaba me fuera a conquistar.

Fui a Tesalónica por la misma razón que a Rodas: mero capricho. Ninguna entraba de manera orgánica en la ruta que armé para visitar Grecia y tampoco me aparecían como los destinos más atractivos. No, los lugares recomendados eran Atenas, un recorrido por Creta y las Cícladas, a lo mucho Delfos y Lesbos, pero no más islas del Dodecaneso ni una ciudad al norte del país. Pero del mismo modo que fui a Rodas solo por el Coloso, a Tesalónica fui porque es una ciudad llena de memorias de Alejandro el Magno.

Lo más impresionante fue el Museo Arqueológico, nunca he visto tanto oro junto como ahí. Oro en cualquier presentación: monedas, joyas, coronas. 

La ciudad me hizo sentir como en casa. Me recordó mucho al D.F., pero en pequeño, sin caos y sin metro (apenas lo estaban construyendo). De nuevo, la mejor caminata es por el malecón, con el mar de un lado, los edificios llenos de balcones del otro y la Torre Blanca adelante. Pasé muchas veces por ahí y lo que mejor recuerdo son los cambios de la luz en los edificios de acuerdo a la hora del día.

Tesalónica es lo que a la gente le encanta llamar cosmopolita. Además de las muchas memorias de Alejandro y sus innumerables balcones, uno se puede encontrar restos de arquitectura bizantina a cada paso y las calles y su atmósfera fueron sin ninguna duda las que hicieron que me gustara tanto.

4 comentarios

  1. Yo sólo conozco la Ciudad de México xD y también me gusta. Quisiera conocer más ciudades geniales u.u

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    1. Un día que seamos ricas viajamos a tooooodas las ciudades, un día!!

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  2. No conozco ninguna (he viajado muy poco), pero me he enamorado un poquito por la manera en la que hablas de ellas :)
    ¡Besos!

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